LA VERDAD Y LA LIBERTAD

Diré cómo soy. Soy independiente del qué dirán, lo que más me importa en la vida es la verdad y la verdad es mi objetivo. Digo la verdad en toda circunstancia y con absoluta claridad.

No temo a las consecuencias de decirla, pues no persigo el éxito. He tratado de ser leal a mis principios y he disciplinado mi espíritu para sólo decir la verdad, para pensar en voz alta y decir las cosas tal como las siento en el momento en que la digo.

Soy temerario con la verdad y mis héroes son Giordano Bruno, que murió quemado en la Plaza de las Flores así como Sócrates que se bebió la cicuta. En la verdad está la grandeza del alma y la facilidad de palabra porque cuando la verdad está en el corazón la lengua persuade (Ruskin).

He construido un objetivo central luego de una ardua lucha conmigo mismo, proclamar la verdad, todo aquello que creo justo, proclamar la libertad y el legítimo egoísmo (Ayn Rand es una de mis heroínas). Defiendo la libertad absoluta y la vida y creo en el derecho a la búsqueda del placer y la felicidad, que son retos y conquistas individuales.

No temo gritarlo en cualquier escenario, no temo la silbatina ni la injuria, no temo perder a mis amigos ni a mi familia, no temo perder mi empleo ni mi vida. Sólo temo claudicar ante lo que creo.

Es difícil, cada pérdida es dolor; pero la verdad está por encima de todo, se impone por sí misma. Ella le da elocuencia a mi boca, moral a mi discurso. ¿Y qué defiendo?

Para empezar, todo aquello que creo justo. Defiendo la libertad en todo (como reclamaba Constant), la iniciativa privada, el gobierno limitado, el individualismo, el egoísmo (que siempre es legítimo y natural), el hedonismo, el cosmopolitismo, la vida espontanea, la reciprocidad, la paz. Y más aun, cada cosa que sea justa en mi perspectiva. Los defiendo con énfasis y vivo conforme a esos principios.

Podré perderlo todo y sufrir hondamente si es que es necesario, podré fracasar y no ser nadie, pero la verdad debe imponerse por encima de todo.